segunda-feira, 30 de abril de 2012

Sula Repani, unha grega na Galiza


“Sueño con el mar cada noche”

Sula Repani es griega pero vive en Galicia desde 1986. Ha sido mi profesora de griego moderno, es pintora. Somos amigos desde hace ya algunos años. Quise entrevistarla para el blog, aquí están sus palabras.
¿Has estudiado griego clásico en Secundaria?
Si. De los 13 a los 18 años era obligatorio. Era una asignatura difícil y las clases se repartían entre la lectura, morfología, sintaxis, estilo y pensamiento del autor, siempre Homero, Aristóteles, Platón, Jenofonte, en fin, los clásicos. Todo el mundo lo estudiaba, incluso los que iban por ciencias, ocupaba un lugar tan importante como el griego moderno.
¿Qué significó estudiar griego clásico tantos años?
Me ayudó a entender mi idioma, a no cometer faltas de ortografía. Con el tiempo me he dado cuenta que también me ha ayudado a razonar y a organizar el pensamiento, y también a aprender con facilidad otros idiomas. El griego es una única lengua con distintas formas, es decir, seguimos usando palabras que ya aparecen en la Ilíada y la Odisea de Homero, aunque, claro, hay algunos cambios y hay préstamos medievales, que no son del griego antiguo. La lengua ha ido variando pero es la misma.
¿Entonces sólo hay una lengua griega?
Exactamente. El griego moderno es más sencillo. En el instituto era obligatoria la καθαρεύουσα (purificada), una lengua artificial,  intermedia entre la antigua y la moderna, y escribíamos con el sistema politónico (con espíritus y acentos); ahora sólo usamos la δημοτικ (popular) y utilizamos únicamente el acento agudo -οξεία, dice ella-, aunque perduran expresiones de καθαρεύουσα. A ver, en clase, cuando leíamos a Homero no entendíamos todo a la primera, claro que algunas palabras sí. Después hacíamos la traducción al griego moderno. Por eso digo que es una lengua con distintas formas, es una lengua διαχρονικ (que atraviesa el tiempo).
Sula salpica la conversación con palabras griegas, a veces se pasa directamente al griego. Seguimos charlando.

¿Qué te parece la pronunciación erasmiana del griego clásico que usamos?

Me hace gracia, me río, no os entiendo. Cuando llegué aquí no reconocía a personajes como Ulises ni a Hércules -en griego moderno, Οδυσσέαςs y Ηρακλής-, tampoco reconocía topónimos como Atenas (en griego moderno, Αθήνα). Después la acentuación no coincide cuando usáis palabras griegas, por ejemplo dimokratía, síntagma, Periklís, aquí se pronuncian democracia, sintagma y Pericles.
Le digo que en Europa occidental el griego fue olvidado durante la Edad Media y que Erasmo de Rotterdam tuvo que inventar unas normas de lectura porque nadie sabía leerlo. Me mira y se ríe. Creo que Erasmo le es indiferente. A mí, en el fondo, también, y creo que voy a comenzar a usar en clase la pronunciación moderna y deshacerme así de un lastre holandés de 500 años.
¿En qué sentido el griego ayuda a formar a los seres humanos?
Ayuda muchísimo, incluso ahora que todo es tecnología debería ser obligatorio porque es la única lengua νοηματικ (conceptual), es decir, que hay una relación directa entre el significante y el significado, es matemática, geométrica y hay programas informáticos que pueden representar la palabras griegas como si fuesen fórmulas matemáticas. Es una lengua sin límites, necesaria para la ciencia y la cibernética (kilo, mega, giga, tera, son palabras griegas), sin el griego no podría avanzar, porque el vocabulario debe ser internacional y eso sólo lo puede dar el griego.
Buscamos ejemplos de esto que dice. Tomamos el verbo μένω permanecer y comenzamos a decir derivados diferentes formas de decir “permanecer”: αναμένω (aguardar), διαμένω (residir), εμμένω (insistir), επιμένω (empeñarse en algo), παραμένω (quedarse), περιμένω (esperar, ingl. to wait), προσμένω (esperar, ingl. to hope), υπομένω (resistir). Decimos después los substantivos αναμονή, διαμονή, εμμονή, επιμονή, παραμονή, προσμονή, υπομονή. Surgen ahora más palabras derivadas: επίμονος, διαμονητήριο, παραμονεύω, υπομονετικός
Es verdad, hay algo de matemático en esto, con un único lexema bajo dos formas o grados vocálicos (μεν-/μον-) hemos conseguido 20 palabras entre verbos, adjetivos y substantivos. Esto no es muy habitual en las demás lenguas.
Insiste en lo ilimitado del griego y en que debería ser estudiado por todos, y citamos vocabulario médico: diagnóstico, neumonía, cardiopatía, hematoma, oftalmólogo, estomatólogo, etc. La lista es infinita. Paso a preguntarle por Grecia, por la Grecia de ahora mismo.


¿Están tan mal las cosas en Grecia?
Peor –afirma segura-, pero no dicen toda la verdad. Ni ellos propios saben cómo saldrán de esta, aunque sé que saldrán renovados. Ahora mismo hay mucha impotencia al ver que no pueden hacer nada. Dentro de poco habrá elecciones, pero la mayoría son escépticos. Los jóvenes están saliendo para Australia, EEUU o Alemania a buscar oportunidades. Me duele la situación pero intento verla de lejos para poder seguir haciendo mi trabajo. Sigo creyendo en la nobleza del ser humano y apuesto por ella, es la bajeza humana la que nos ha llevado a esto, la depredación, las ganas de poseer cosas. Era visto que iba a pasar, te pasas media vida trabajando para tener cosas y eso, al final, se rompe. La vida de mis abuelos no era tan mala.
La conversación gira hacia sus orígenes. La isla de Lesbos –continúa- es seca, un paisaje lunar. Si la comparas con Galicia, dices, aquí no puede vivir nadie, es una roca tirada al mar. Mis abuelos tenían lo mínimo para vivir, pero vivían con dignidad, reproduciendo una vida antigua de más de 2.000 años, en contacto con la naturaleza, aunque fuese pobre. Mis antepasados vivían con lo que tenían, no esperaban nada de las instituciones oficiales. Eso me parece una buena lección. Pero Grecia ha pasado por muchas, ha resucitado muchas veces y de esta saldrá.
¿Sientes, entonces, cierta continuidad entre el pasado y el presente?
La Acrópolis era una imagen cotidiana, la veía todos los días y no me cuestionaba nada. Le cuento la anécdota del padre de mi amigo Nikos Andriópulos, que se murió de viejo y nunca subió a la Acrópolis en su vida. Le parece normal, Sula es ateniense. Se siente más, añade, cuando estás fuera, son los demás los que te hacen sentir esa continuidad. Desde luego hay una línea ininterrumpida, la lengua, el arte. Mi formación comenzó por ahí, por el arte griego desde el más antiguo, el de los minoicos, el micénico, el clásico, el bizantino. Y a él sigo, de alguna manera, “esclavizada”, condicionada a la hora de pintar.

Le pregunto qué echa de menos y responde inmediatamente: la luz y el clima mediterráneo, la solidaridad, la hospitalidad y la simbiosis tierra-mar. Le pido que me explique.
Cuando tuve el accidente en la isla de Siros, me caí delante de una casa y me fracturé tres apófisis vertebrales, el señor de la casa, el señor Dimitris, que ya ves tú la culpa que tenía,  me acompañó en todo momento, ayudó a mi marido y a mi hijo, un niño entonces, no se despegó de mi los días que estuve hospitalizada, me prometió que me iba a cuidar, y así lo hizo. Me traía revistas, dulces. Años después hice una exposición en Atenas y le mandé la invitación y un pequeño regalito, una pequeña pintura. No pudo venir, pero me envió unas flores con unas palabras muy bonitas. Y en el hospital me decían. “Vuelva otra vez a Siros, no queremos que le quede un mal recuerdo”. Es emocionante.
Ahora me habla del paisaje: recuerdo un viaje que hice sola en avión de Grecia a Galicia. Salimos temprano, un día radiante, la tierra como una puntilla entrando en el mar, o más bien, el mar entrando en la tierra. Sueño con el mar cada noche, dice. Todo pequeño, a la medida del hombre, iluminado por una luz suave, pero una roca pobre. Volamos después por encima de Europa central y pensaba, cómo no lo van a tener fácil con estos campos inmensos, fértiles y verdes, organizados y trabajados racionalmente. Nos acercamos a Galicia entre las nubes, una tierra hermosa y potente, pero oscura y de una belleza trágica, que se impone al ser humano. Quizá los griegos, por nuestro país, hemos aprendido a solucionar los asuntos a última hora. Estoy de acuerdo.
Sula Repani vive, trabaja y expone su obra en el Obradoiro de Arte Tamallancos, en la carretera de Santiago, 47, a veinte minutos de Ourense.

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