1.- LA ATENAS DEL SIGLO II (Pseudo-Dicearco, II-I a.C.)
El camino que conduce a Atenas es
agradable, pues discurre entre campos cultivados durante todo el trayecto. La
ciudad es seca y no posee un suministro de agua suficiente. Las calles no son
más que viejos miserables pasajes, las casas son de ínfima calidad, y entre
ellas destacan algunas algo mejores. Al llegar a la ciudad por primera vez, al
forastero le resultará difícil creer que esta es la Atenas de la que tanto ha
oído hablar. Sin embargo un poco después lo creerá pues el Odeón es el más
hermoso de la tierra; el teatro,
grande y admirable, es digno también de mención. El templo de Atenea, el
llamado Partenón, que está encima del
teatro, es magnífico, digno de visitar y. a los que lo ven, les produce una
enorme impresión. El templo de Zeus Olímpico está a medio construir pero es
fácil de imaginar por su plano, y habría llegado a ser el más grande si se
hubiese rematado. Hay tres gimnasios: la Academia, el Liceo y el Cinosarges,
cubiertos de árboles y con abundante césped. Hay escuelas de filósofos de todas
partes, fiestas de todas
clases, distracciones para el espíritu, muchos lugares de descanso y
espectáculos continuos.
2.- EL
CRISTIANISMO LLEGA A ATENAS (Lucas, I d.C.)
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se
consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos. Disputaba en la sinagoga
con los judíos y los prosélitos, y cada día en el ágora con los que le salían al paso. Ciertos
filósofos, tanto epicúreos como estoicos, conferenciaban con él, y unos decían.
¿Qué es lo quepropala este charlatán? Otros contestaban: Parece ser predicador
de divinidades extranjeras; porque anunciaba a Jesús y la resurrección. Y
tomándole, le llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué nueva doctrina
es esa que enseñas? Pues eso es muy extraño a nuestros oídos; queremos saber qué quieres decir con esas
cosas. Todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en
otra cosa que en decir y oír la última novedad (…) Cuando oyeron lo de la
resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos
sobre esto otra vez. Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se adhirieron
a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer de
nombre Damaris y otros más.
3.- LA ATENAS BIZANTINA (Sinesio de
Cirene, IV-V d.C.)
La Atenas de hoy nada
tiene de venerable a no ser los nombres augustos de los lugares, y como la piel
de una víctima desollada queda como recuerdo del animal que fue, así desterrada
la filosofía queda al viajero admirar la Academia, el Liceo y ¡por Zeus! el
Pórtico de las Pinturas, que se ha quedado sin ellas. El procónsul le arrebató
los cuadros en los que Polígnoto de Tasos plasmara su arte En nuestros días el Egipto conquistado alimenta
a los vástagos de Hipatia, y Atenas, antiguo hogar de los sabios, ahora te honran los tratantes en miel.
4.- LA ATENAS DE OTÓN (Z.
Petsalis-Diomidis, 1963)
En la base de la roca, a los pies de la Acrópolis
se entrecruzan estrechas y retorcidas cuestas. Aquí y allá hay escaleras, y
unas pocas casitas y casuchas. Las casas nobles con patio, pozo y grandes
árboles como moreras y álamos son escasísimas. También las iglesias son
modestas, aunque sus candiles nunca se apagaron durante la noche de la
esclavitud.
En esta parte habitan los que pocos turcos y
anatolios que quedan en medio de ruinas, terraplenes y abundantes piedras. En
el bazar –idéntico a los que pueden verse en Turquía- se ve a los tenderos
sentado de piernas cruzadas fumando su tsimbuki y delante de él una calleja inundada de
barro o de polvo según la época del año. Estos callejones los cubren en verano
con lonas que son verdadero harapos remendados, sujetos con cuerdas de una casa
a otra todo lo ancho de la calle para
proporcionar fresco y sombra en verano al tendero y a sus clientes, y en
invierno contra la lluvia y el frío.
Pero más allá se han abierto nuevas calles, fuera de
la ciudad vieja, más allá de la muralla que la ceñía y que los años y los
hombres han destruido. Allí se han construido otras calles y casas nuevas, muchas
de ellas verdaderos palacios.
5.- OLIMPIADAS DE 1896 (E. Roidis,
1896)
No se apresuren a catalogarme entre
los rumiantes si les hablo del estado de las calles de Atenas. Ni soy un
camello ni un orador de discursos fúnebres para que me guste rumiar, pero he
pensado que, tras los Juegos Olímpicos, los atenienses, orgullosos de la
brillantez de la fiesta, de la afluencia
de tanta gente, de la presencia del rey y los príncipes, de las banderas, de la
iluminación, de la música, de la victoria de Luis, se han hecho unos maníacos
del deporte, sobre todo en Plaka, donde yo vivo, que se
ha convertido en una especie de estadio. A diario corro el riesgo de ser
derribado por candidatos a corredores de maratón o de que los lanzadores de
disco me rompan la cabeza. Para que se hagan una idea del grado al que ha
llegado la manía por competir basta con que les diga que cada tarde a la puesta
del sol puede el paseante contemplar orgulloso, cerca del plátano de Plaka y de
la Linterna de Diógenes, además de a niños y a jóvenes, también a algunas
muchachonas ya mayores levantando pesos, saltando, lanzando discos y corriendo, sin miedo a
mostrar el color de las ligas.
6.- CATÁSTROFE DE ASIA MENOR (Didó
Sotiríu, 1959)
Poco a poco comenzaron a brotar aquí y
allá, los primeros asentamientos de refugiados. Cada griego de Asia luchaba por
conseguir unos metros de tierra y se esforzaba por convertirla en una miniatura
de los bienes que había dejado en Oriente. Ellos solos construían sus barracas
con adobe y latas de bidones de gas. Lo primero que hacían en colocar macetas
en fila y plantar pequeños árboles anémicos. Para estar más cómodos, decían.
Para tener un poco de verde. Y racionaban el agua potable para regar los
árboles. Encalaban las barracas en las que no cabían estiradas las piernas de toda la familia y
echaban añil a la cal para que sus casas pareciesen limpias y azuladas, igual
que el nuevo y límpido cielo que los cubría. De noche las mujeres bordaban los
visillos para las ventanas y por el día buscaban trabajo en las fábricas y en
las casas.
7.- OCUPACIÓN FASCISTA (Costas Tajtsís,
1962)
Tenían que declararnos la guerra los italianos,
pensaba yo, para que las cosas se pongan mejor. Y no sólo nuestra vida fue a
mejor sino que pasó a ser más verdadera y sincera que nunca e incluso tomó un
cariz nunca antes visto. Cada vez que el Estado Mayor anunciaba una victoria en
Albania, Atenas se vestía de azul, las calles se llenaban de gente como en
tiempo de paz al término de los desfiles, la mitad de los hombres iban
uniformados, con nosotros estaban los ingleses, los neozelandeses y los
australianos y sus extraños sombreros.
Caminabas por las calles del centro y te daba la impresión de estar en carnaval
y no en guerra. Como ocurre en estos casos había muchos que se divertían y
hacían cosas que nunca se hubiesen atrevido en tiempo de paz. Ya que no
sabíamos si íbamos a seguir vivos por mucho tiempo, hala, a vivir que son dos
días. Aquellos primeros dos o tres meses, noviembre, diciembre y enero,
vivíamos y actuábamos al ritmo de las marchas militares que sin cesar
transmitía la radio.
8.- EL NUEVO PIREO (K. Jatziargiris,
1948)
Hace cinco años ahora que un revés dela fortuna
me tiró en aquel maldito suburbio. Hoy, felizmente para la sociedad, todas
aquellas sucias y ruinosas casas han volado por los aires. Esta es exactamente
la expresión. El ayuntamiento del Pireo no las tiró con apaleadoras, las hizo
volar con dinamita que es más rápido. En su lugar se abren ahora hermosas
calles asfaltadas con hermosos edificios a ambos lados. Paseando hoy por este
barrio arreglado es imposible imaginar cómo era antes. Yo, que he vivido antes
aquí, contemplo los edificios recién construidos y sin querer mi mente vuelve cinco años atrás. En esta
esquina, donde ahora se alza este hermoso edificio de dos plantas, estaba la
viaja corrala que me acogió en los días de mi desgracia.
9.- ATENAS LA “FEA” (María Iordanidu,
1981)
Vivimos en la época de los edificios de
cemento.
Yo también vivo ahora en un edificio, en un
apartamento interior de dos habitaciones en el tercer piso. Interiores les
llaman ahora a los apartamentos que dan al patio de luces y no a la calle, pero
tampoco el patio de luces se llama ahora así, ahora le llaman patio abierto.
En la mayoría de estos edificios que construyen
uno pegado al otro es raro que haya ventanas. En general tienen puertas que dan
a balcones, que rodean el edificio y recuerdan a la cubierta de un barco. Así
son, cada puerta que da al balcón es una habitación estrecha como un pasillo.
10.- LA BULLICIOSA ATENAS (Menis
Kumandareas, 1978)
La
estación de Monastiraki estaba de bote en bote. Era la hora de salida de las
oficinas y comercios, de los artesanos y de los vendedores de muebles y
comercios de moda de la calle Ermú, toda clase de oficios y razas. En medio de
esa marabunta era fácil perderse. (La señora Kula) se sentó en un banco de la
estación, a la izquierda según se entra, para estar cerca de primer vagón y
desde allí dejó vagar la mirada. Viejos edificios de Atenas, de los pocos que
habían sobrevivido, muros comidos por la
humedad, balcones con barandillas de hierro decoradas con dragones y cisnes y
akrokérama rotas en los tejados. Era hermoso mirarlas desde lejos, pero a ella
le gustaba más su casa, un tranquilo chalet de dos plantas de los de después de
la guerra con jardín en Kifisiá. Los edificios de viviendas de Atenas la
ahogaban y las casas viejas la aburrían. Le parecía que había escogido bien al
instalarse en un lugar tranquilo y más abierto. La verdad es que cuando Atenas
estallaba en festejos y manifestaciones o cuando lanzaban bombas lacrimógenas y
levantaban barricadas, había algo que le
molestaba en el hecho de vivir apartada y segura con los suyos.
11. SER GRIEGO (Melina Mercuri, 1973)
Ser griego es una soberbia maldición. Para un
número sorprendentemente elevado de personas significa que construiste la
Acrópolis, que creaste Delfos, el teatro, y que engendraste el concepto de
democracia. La verdad es que eres pobre, gran parte de tu pueblo no sabe leer y
los raros momentos en que saboreaste la democracia y la independencia fueron
realmente borrados por la acción de los protectores extranjeros y de sus
cómplices griegos.
Es irritante advertir cuán poco sabe el mundo
sobre la historia de Grecia. La mayoría de las personas te hablan como si
Pericles hubiese muerto anteayer y como si Esquilo aún continuase escribiendo
teatro. Si de pascuas a ramos te encuentras con alguien que sabe que en 1821,
después de cuatrocientos años de ocupación turca, los griegos se alzaron contra
sus opresores, lo más probable es que ese alguien sea un inglés. Y sucede que
lo sabe sólo porque Lord Byron vino a luchar a nuestro lado y escribió hermosos
poemas sobre los griegos.
Sem comentários:
Enviar um comentário